La responsabilidad
se puede definir como la “conciencia sobre las consecuencias que generan
nuestros actos y nuestras omisiones”.
En otras palabras,
significa hacerme cargo de… lo que hago y digo oral o por escrito o por sonido
o por tv, etc, etc.
Abarca, no
solamente lo objetivo, sino la intensión. Muchas veces decimos palabras bonitas
según nosotros pero pueden interpretarse de manera incluso ofensivas.
Entonces llegará el
reclamo. Y aunque parezca raro, es este justo el instante en el que nace el
diálogo. Es el momento de hablar y escuchar. De ponernos de acuerdo. Es el
momento de aceptar las diferencias y las coincidencias.
Claro que para
dialogar hay que generar el clima necesario: ser afables, corteses, sin
insultos, con amabilidad, al hablar hacerlo de manera que el otro me entienda y
al escuchar no hacer juicios o interpretaciones mías sino tratar de ver como el
otro ve las cosas y con qué palabras las expresa.
Lleve esto a todos
los niveles. Imagine a políticos defendiendo sus ideas, exponiéndolas, viendo
las coincidencias y diferencias que tiene su idea, proyecto, o lo que sea. No
como ahora que en vez de diálogo y acuerdos, eligen cuchilladas intencionales
para descalificar al otro, para diferenciarse casi sin exponer las ideas y con
el objetivo solo de tener poder o aumentarlo.
En la intención puedo
asegurar que el diálogo es el arte de conceder y de ganar “terreno”. Una
especie de doy y traigo, que enriquece a todas las partes.
Qué le parece a Ud.
Estimado lector. Ya le expuse hasta aquí con mi calidad, ahora Ud póngale la
suya. Por ahora, ¡se la dejo picando!
Por Jorge Miguel PERALTA.
Ilustración tomada de Internet.
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